Por Gerardo Fernández Casanova / Correo electrónico; [email protected]
Es perfectamente entendible la marcha del domingo 13 de noviembre y su magnitud, convocada por las organizaciones conservadoras para defender su baluarte electoral: el Instituto Nacional Electoral (INE).
Se oponen a la reforma propuesta por el Presidente López Obrador, sin conocerla, y claman estentóreamente: “El INE no se toca”. No importan las razones ni las pertinencias, simplemente no se toca.
La democracia tampoco importa, ni los repartos partidistas, tampoco su elevado costo; mucho menos la parcialidad con que hoy actúa. Con un poco más de un tercio de los diputados deciden dar la negativa a la mayoría de la población que busca vivir en una real democracia.
Para ellos el INE es el baluarte para evitar la implantación en México del comunismo “castro-chavista” y todos sus horrores, mediante el truco del tradicional fraude electoral que, si nos protege de tal peligro, es bendecido hasta por los preclaros obispos de la impoluta jerarquía católica, aunque sea un pecado grave.
Siempre fuimos advertidos por nuestros grandes intelectuales y exitosos empresarios: “AMLO es un peligro para México”.
En el 2018, con el inútil de Peña Nieto, no se articuló debidamente la estrategia defensiva y nos dieron un severo campanazo: no volverá a suceder. Por ello hay que proteger al INE y al héroe que lo dirige, Lorenzo Córdova. Ante tales amenazas y por la decencia en el gobierno, sólo cabe el “fraude patriótico”, la “chusma” no sabe votar, es preciso hacerle trampa para corregir su ignorancia, más aún si los gringos nos lo piden y apoyan.
A finales del siglo pasado se coronó una vieja lucha; se le arrebató al gobierno el manejo de las elecciones: se ciudadanizó el INE, a partir de entonces sería dirigido por ciudadanos independientes, designados por la Cámara de Diputados.
Sí, la impoluta representación del pueblo sería instrumento de la ciudadanización (no contaban con la astucia).
Si, por naturaleza, la Cámara toma decisiones por partidos, entonces las elecciones serían operadas por los partidos, pero no por los ciudadanos. El Consejo Directivo del INE se constituiría por cuotas entre los partidos y, por tanto, sería imparcial. Falso, la suma de parcialidades no genera imparcialidad. Por cierto, los últimos cuatro consejeros electorales designados por la Cámara, pudieron haber sido electos por la mayoría obradorista, lo que no ocurrió sino que obedeció a un proceso barroco en que se eligió a consejeros conservadores: estupidez o afán democrático; seguramente privó lo segundo.
No obstante su irracionalidad, el conservadurismo salió a la calle y mostró capacidad de convocatoria; no es despreciable.
Pero la calle es el espacio progresista por excelencia y no se les puede entregar. La respuesta se convoca para el próximo domingo 27 de noviembre como marcha encabezada por Andrés Manuel del Monumento a la Independencia al Zócalo capitalino, en el que el Presidente López Obrador informará al cumplirse cuatro años de gobierno.
La confrontación está fincada: compromiso y amor al pueblo versus dinero y propaganda mediática vestida de clasismo y racismo. No hay duda en el desenlace. Ahí estaremos.
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M21