Por Laura Mercedes Giráldez | [email protected] | Foto: José Manuel Correa
Lo que el huracán Ian no pudo llevarse tras su paso devastador por Pinar del Río fue la fuerza de un pueblo bueno y afanoso, que una y otra vez ha demostrado su capacidad de resiliencia.
Decretada ayer la fase recuperativa, los hijos del más occidental de los territorios cubanos han entendido que ya no es hora de lágrimas, sino de sumar brazos y voluntades a limpiar los residuos que abarrotan las avenidas; la hora de echar a un lado los dolores para poner todas sus fuerzas en el desafío que representa el regreso a la vitalidad cotidiana. Desde la familia más cercana, el barrio, se reconstruye la esperanza.
Así lo constató Díaz-Canel en su segunda visita a la provincia, en la que conversó con el pueblo para conocer de cerca sus inquietudes y alentar la voluntad que lo define.
Pinar del Río y su gente saben de heridas tan hondas como las que provocó el panorama desolador que vieron la mañana del 27 de septiembre.
Pero también saben de tenacidad, de empeño, de crecerse en los días más difíciles, a sabiendas de que no están desamparados. Cuentan con numerosas manos, con la guía de quienes, sin descanso, buscan soluciones para restablecer los servicios más acuciantes, como el de la electricidad y el abasto de agua.
Con el apoyo de la solidaridad que llega desde varios sitios de la Mayor de las Antillas, y desde las zonas menos afectadas de la propia provincia, Vueltabajo se despoja de dolores y echa a andar.
En eI Instituto Vocacional de Ciencias Exactas Federico Engels ya se encuentran alojados linieros, operadores de motosierras, trabajadores de distintas esferas y de varios lugares.
Afanosos se sumarán a mover árboles y postes caídos, a talar ramas, a recomponer cables eléctricos… Pinar del Río necesita toda esa comunión de esfuerzos, de su gente y de los que llegan, a fin de renacer y que, de este huracán, vaya quedando no más que un mal recuerdo.
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