Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
En democracias las pugnas por el poder se deciden con votos en las urnas electorales.
En México esta definición fue letra muerta por demasiado tiempo: la urna era el escenario pero el fraude era el definitorio; hasta que en 2018 la voluntad popular se volcó en magnitud arrolladora e hizo insuficiente el fraude para desconocerla.
De ahí surgió un gobierno respaldado por el pueblo y, cosa por demás sui géneris, a casi tres años del acontecimiento el respaldo popular no sólo no se desgasta sino que se supera mes con mes, incluso en las encuestas de los medios que son recalcitrantes detractores.
Es obvio que tal fenómeno juega un principalísimo papel en el proceso electoral intermedio en curso; están en juego quince gubernaturas y la Cámara de Diputados, entre muchos otros cargos.
De su resultado depende la extensión a todo el territorio del afán transformador, por las gubernaturas en juego, y la continuidad del proceso de transformación que prioriza al pueblo en el presupuesto, cuya aprobación es facultad exclusiva de los diputados.
Es por eso que esta elección intermedia tenga una inusitada importancia y adquiera un carácter plebiscitario.
Con la certeza de la ineficacia de su campaña electoral, la oposición retardataria busca por todos los medios detener el tsunami que los arrasará.
La autoridad electoral cuyo consejo fue mayoritariamente nombrado por ellos, abandona su papel de árbitro y se incorpora a las filas de la reacción, aplicando sanciones a diestra y siniestra al partido mayoritario (MORENA) y deja manos libres a los de la oposición.
Ya desde 2020 fueron mostrando el cobre, primero con la intromisión en la vida interna de referido partido, relativamente encubiertos en los conflictos a su interior por lo que hubo que apechugar.
Siguió con las elecciones locales en Hidalgo y Coahuila, en las que se registró un cochinero de antología, a la vieja usanza.
Luego comenzó a dictar medidas reglamentarias arrogándose facultades legislativas, incluso ya iniciado el proceso electoral, en flagrante violación de la ley.
Posteriormente se cargaron contra el diputado Fernández Noroña, que es un ariete legislativo de la 4T, condenándolo por un delito no cometido pero además de manera retroactiva.
Luego pusieron la cereza en el pastel retirando el registro de los candidatos de MORENA en Michoacán y Guerrero y muchos otros aspirantes a diputados y presidentes municipales, todos del mismo partido, todos por causas nimias merecedoras, si acaso, de una amonestación o de una multa, pero no de la cancelación.
Ningún otro partido ha registrado actitudes similares por parte de la dizque autoridad electoral.
Desde mucho tiempo atrás ha sido un clamor popular la venalidad del consejo del Instituto Nacional Electoral, especialmente desde 2006 que validaron con el mayor desaseo y desparpajo el fraude que impuso al genocida Calderón y su ceguera ante la fehaciente comprobación de gastos de campaña excesivos y de procedencia ilícita (Odebrecht).
Hasta ahora se inicia un procedimiento de juicio político contra dos de los once consejeros electorales con miras a defenestrarlos.
Más vale tarde que nunca, habrá mucho jaloneo y generará las condiciones para que la oposición apele a la siniestra Organización de Estados Americanos y su perverso secretario Luis Almagro. Ni modo.
Es en estas circunstancias que podrá aquilatarse la atinada relación de AMLO con USA que es quien manda en la OEA. México es demasiado importante para Joe Biden como para soltar los perros de Almagro.
No obstante, este es un asunto imposible de soslayar y su mejor antídoto es una enorme votación afirmativa en favor de la transformación pacífica.
Estamos a mes y medio de la fecha electoral; no hay tiempo que perder en pugnas, pleitos y pendejadas.
La consigna es la unidad en torno al proyecto de la transformación y de su dirigente, Andrés Manuel López Obrador.
Que nadie se confíe ni se amilane, hay que superar los 30 millones de votos de 2018.
No queremos, mejor dicho: queremos que no regrese el pasado corrupto y traidor. El pueblo manda.
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