Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
En el vademécum de la reacción conservadora, su capítulo electoral ocupa un grueso paginado: como un frondoso árbol abre su tronco según el éxito o el fracaso de la traza conductora.
El tronco principal soporta la decisión de desbarrancar al gobierno que les sacó del poder, ahorcar al peligroso troglodita que, con tozuda insistencia y resistencia, superó su capacidad de fraude y manipulación.
Que además destrozó a la más poderosa fuerza comunicacional y capitalizó a su favor los votos que ellos compraron.
De acuerdo al vademécum habría que intensificar la campaña permanente de desestabilización.
Con toda la batería de cañones de una imaginada intelectualidad y de la caterva de despachos de abogados para interponer cuantos amparos cupieran para que “su” poder judicial pusiera en fuera de lugar al intruso populista.
No contemplada por el dicho vademécum, del cielo les cayó la más cruel pandemia: el coronavirus, suficiente para acabar hasta con el más pintado, sin el menor escrúpulo respecto de la salud de la población.
Entonces, las baterías se enfocaron en criticar y denostar contra la forma de actuación del “improvisado populista” que, a contrapelo de los recetarios, optó por procesarla en libertad.
Y recomendó insistentemente el aislamiento, pero sin toques de queda o prohibiciones a una población que, por la desigualdad provocada, vive al día y que, si se le encierra, no muere por la Covid pero sí de hambre.
En resumen, llevan casi tres años de oponerse a todo, de obstaculizar perversamente toda acción de gobierno.
Y han fracasado rotundamente: miles de millones gastados a lo pendejo, mientras el hombre a destruir sigue tan campante y aumentando el respaldo de la mayoría de la población.
¡Ah! pero ya toca la prueba atómica, la elección intermedia. La indicación es que, por lo menos, se le arrebate la mayoría legislativa que lo ha acompañado.
Primer paso: hay que unificar a toda la maltrecha oposición para que sin distingo de ideologías, todos trabajen para derrotar al “dictador”.
Además, y como una pieza fundamental controlada, hay que echar a funcionar el cañón del Instituto Nacional Electoral para cumplir con el objetivo fundamental.
Este, en obediencia, actúa y se inmiscuye en la vida interna del partido de soporte para conflictuar su cohesión; luego trata de golpear a miembros prominentes aunque sea con argumentos baladíes.
Ante la ineficacia, redobla la perversidad del órgano electoral; ya seguros de la derrota lanza, de manera extemporánea, una nueva fórmula para la repartición de diputaciones plurinominales para evitar que el partido del presidente tenga mayoría en la cámara.
Y, de paso, se inventan infracciones mínimas para negar el registro de candidatos fuertes y provocar el descalabro del proceso electoral.
Ya luego vendrá la OEA a desempeñar su acostumbrado papel para apoyar a la oligarquía.
Está en proceso en la Cámara de Diputados el juicio político contra dos de los más conspicuos consejeros electorales, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, por su parcialidad e incorrección en su actuación y van a ser condenados y, por tanto, destituidos de sus cargos.
Ya se puede adivinar el borlote que van a armar los malandrines opositores; es un costo calculado como el menor ante la virulencia de su permanencia a cargo del órgano electoral. Así está previsto y experimentado en el famoso vademécum.
El siguiente capítulo del recetario, dispone que el embajador o el secretario de estado de USA declaren “su preocupación” por los acontecimientos en México, antesala de su maligna intervención.
Creo que también será una nueva frustración de los afanes golpistas. México no es una república bananera ni López Obrador un pelele.
Ahora es cuando se podrá valorar en su justa dimensión la forma en que el Presidente ha conducido la política exterior y, sobre todo, la interior. Para el señor Biden el costo de un amago de intervención le resultaría demasiado oneroso, en tanto que el apoyo a la estulta oposición no ofrece mayor utilidad.
De todos modos no es venturoso el panorama, habrá mucho despelote.
Ante tal situación no hay más que mantenerse firmes y unidos; votar masivamente por Morena, gústenme o no sus candidatos; lo importante es asegurar la posibilidad de seguir transformando la realidad nacional. Todos tenemos los motivos y la responsabilidad para hacerlo.
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