Año con año, la llegada de la primavera a la Ciudad de México engalana nuestras avenidas y parques con hermosas flores violetas.
Las flores de las jacarandas serán parte de la memoria colectiva, de estos días de transición, pandemia e inicio de elecciones, en la vida pública de México.
Hace 215 años no había jacarandas en la ciudad de México. Tampoco votaban las mujeres. En ese tiempo, sólo eran considerados ciudadanos mexicanos, con derecho a votar y ser votados, los propietarios de haciendas, varones, primogénitos y de ascendencia española.
Hace 215 años nació Benito Juárez, benemérito de las Américas.
Luchaba por separar la iglesia del estado. Sucede que antes de las leyes de Reforma, el Poder Judicial estaba en manos de la Iglesia Católica, en específico de la Inquisición.
Me viene a la mente un juicio de 1559 contra Geronima de Mendoza.
Fue acusada de herética y sodomía contra su hijo primogénito, Geronima en todo el expediente (lleno de gotas de sangre y pelos) decía que su marido la culpaba para quedarse con sus tierras. Así fue.
Ella era ascendente de un linaje indígena del actual estado de Guerrero, pero su esposo era español. Con la acusación del hombre español sobre la mujer indigena, fue suficiente para enjuiciarla. Murió en el proceso del Arzobispado de México.
Los pleitos por tierras entre españoles e indios continuaron durante todo el Virreinato, y poco a poco la República de Españoles se hizo de las tierras de los indios a través de Hospitales, Haciendas y Encomiendas. Todo a cargo del Arzobispado de México.
Llegó un tiempo en el siglo XIX, en el que la Iglesia Católica, prácticamente era dueña de la mayor parte del territorio, de su mano de obra y en una relación laboral cercana al esclavismo. Explotaron minas, ríos y sembradíos.
Muchas tierras y territorios de los pueblos originarios fueron despojados por ese Poder Judicial eclesiástico, por la fuerza o a través de contratos matrimoniales como lo que pasó con Gerónima de Mendoza.
A principios del siglo XIX los pueblos y naciones indígenas de México habían sido expulsados de sus territorios y fueron tomados por la Iglesia Católica.
Benito Juárez, impulsó una ley para devolver al pueblo originario de México sus tierras. Se llamó la ley de desamortización de bienes (Ley Lerdo).
Esa ley, separó a la Iglesia del Estado y retornó los bienes nacionales a los dueños originales.
Pero muchos de los dueños originales ya habían muerto, o se habían mestizado. De manera que la gran mayoría de estos territorios pasaron al nuevo estado nacional de México.
Además de la famosa ley Lerdo, Benito Juárez luchó arduamente por separar el poder Judicial de la Iglesia. De manera que existiera un poder Ejecutivo, un Poder Judicial y nació la idea de un poder Legislativo que se reflejó en la Constitución de 1857. Pero no se logró el cambio verdadero.
Sólo estaba en papel. Durante muchos siglos el Poder Judicial estuvo bajo el cobijo y las reglas de la Iglesia Católica.
Pasaron 53 años, para lograr un cambio efectivo en la vida pública de México. La Revolución Mexicana trajo a la vida pública algunas de las ideas de Benito Juárez con la Constitución de 1917 cuando se declaró que México era un Estado Laico (sin que los curas de las iglesias gobernaran por nosotros).
Sin embargo, el cambio más importante fue en 1953, casi tres décadas después. En 1953 las mujeres fuimos consideradas ciudadanas, para votar y ser votadas.
Desde luego, la Iglesia Católica se opuso a que fuéramos ciudadanos de nuestro país pero la lucha que dieron nuestras abuelas, nuestras madres y las mujeres mexicanas nos colocó en la actual coyuntura.
Hasta 65 años después, en el año 2018, tuvimos nuestra primera jefa de gobierno de la Ciudad de México, nuestra primera presidenta del partido oficialista Morena, nuestra primera secretaria de estado de Gobernación.
De manera que la lucha de la izquierda mexicana es muy simple: UNA LUCHA POR NUESTROS DERECHOS COMO CIUDADANOS, mujeres y hombres en equidad e igualdad de derechos.
Morena, es un Movimiento que se ha preocupado por nuestra participación en la vida pública de nuestro país. No podemos defraudar esa lucha de nuestras ancestras.
Estaremos en acuerdo o en desacuerdo de quienes nos quieren representar.
Pero en lo que no podemos estar en desacuerdo es en cambiar la vida pública de nuestra nación.
Y tengan la seguridad que cada persona que quiere representar esta historia, lo hará, y si no lo hace, su paso por la historia de esta nueva Nación será breve y sin importancia.
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M21